Recomendación.

Se recomienda empezar por el principio, todo cobra su sentido entonces.

sábado, 20 de febrero de 2010

Capítulo 1.

Se asomaba el sol por la ventana de la habitación, intentando encontrar su cara para intentar alegrarle la mañana, intentar prometerle un buen día. El sol siempre hace las misma promesas, y como siempre, huye de noche despaborido cuando llega la Luna, con su ejercito de estrellas, a recordarle su penumbra, su soledad. El Sol no comprendia la gravedad de esa noche, de todo lo que habia ocurrido, tantas cosas que demostraban que fallaba al adelantar la mañana.
Su desprotegido amigo, esa mañana necesitaba otro tipo de calor, un calor más cercano a él, un calor más a su alcance, que le comprendiera mejor, ese calor que solo da un ser querido, ese halo de compresion desinteresada, y a su vez, recíproca por necesidad. Necesitaba de ese calor para levantarse de su cama esa mañana, para afrontar un nuevo día, una nueva semana.
A espensas de que sonara el despertador, puntual como siempre a las seis y veinte de la mañana, seguía haciendo lo que llevaba haciendo toda la noche, y que le habia impedido pegar ojo; leía, y releía el mensaje que le mandaron:

"Gracias por todo, de verdad, te has portado genial conmigo, pero no puede
funcionar, somos muy diferentes...
Y sinceramente, te he cogido mucho cariño, pero no quiero perder tu amistad,
y se que la perdería si estubieramos juntos.
Espero que esto no cambie nuestra relación, me doleria mucho perderte...
un beso."
Un beso... eso era lo que necesitaba en ese momento, aun más que un beso, un tierno abrazo, el calor de quien te ama, la sinceridad de una mirada, que tratará de mentirte para que te sientas mejor. Él era consciente, de que la mejor forma de mentir, era diciendo verdades a medias. Es cierto que ella no le quería, pero una cosa era bastante clara; la daba igual perder su amistad.
El problema era, que él no quería perder su amor, no quería perderla a ella, y sin darse cuenta, la perdió.
El molesto pitido del despertador, comenzó a retumbar por las paredes de su habitación, cada vez más intenso, y más, y más...
Procuró apagarlo lo antes posible, no quería que nadie despertara y lo viera en ese estado; desaliñado y ojeroso, triste, hundido. Tenía una reputación de persona fuerte, que no podía perder, por lo que tomó una decisión, hoy iría al tren andando. El paseo y la brisa mañananera, le sentaria bien a su espíritu, aunque quizás le restaría las pocas fuerzas que le quedaban para afrontar ese día. Era consciente de lo mucho que llevaba sin andar, o quizás no.
Había perdido la constancia del tiempo...
-¿Cuanto llevo sin dormir? Un día, dos, quizás más...
No debía preocuparse por eso ahora, el tiempo se le hechaba encima si iba a ir andando, así que se fue directo a la ducha. No desayunaría esa mañana, hacía tiempo que no tenía apetito, desde lo ocurrido...
Ya en el baño, móvil en mano, decidió poner algo de música; quizás así se animara un poco. Empezó a buscar artistas en el reproductor; Estopa, Melendi, Sergio Contreras, Aljiva, Huecco, El canto del Loco... esa mañana necesitaba alguien que le comprendiera, y se decantó por Tiziano.
Ese hombre había sufrido igual que él, o por lo menos, eso decían sus canciones...
"Soy un gran falso cuando finjo la alegría, tu un gran desocnfiado, caundo, finges simpatía".
A medida de que iba abanzando la canción, algunas lágrimas tránsfugas, asomaban por sus azules ojos. Él quería llorar, pero no quería aparentar debilidad, pues sabía que la vida se le echaría encima rápidamente...
"Y me siento como quien sabe llorar, todavía a mi edad, y agradezco siempre a quien sabe llorar, de noche a mi edad".
Nada, no pudo hacer nada, la primera lágrima se le derramó por el ojo derecho, creando un surco de tinta transparente, que atravesó su mejilla, y cayó hacia el suelo, partiendose el alma en la caída, viendo como había sido en vano su muerte, pues una de sus hermanas, por el otro ojo, moría con las mimsa violencia a pocos centímetros de ella. Pero no la siguieron más, parece que el miedo a morir, impidió a las lágrimas seguir cayendo, y le impidió a él, seguir llorando.
Ahora se encontraba frente a la mampara de la ducha, un cristal que llegaba hasta el techo, en el cual estaba su cuerpo desnudo frente al espejo. Paró de llorar, y solo Dios sabe, si fue por el miedo a la muerte, o por que no tenía fuerzas para seguir llorando. Nunca había visto su cuerpo así, demacrado. No era capaz de recordar lo último que comió, ni su último sueño, ni la última muestra de cariño. Pude que ni si quiera se acordaran de él en el colegio, puede que sus amigos le dejaran de lado, puede que hasta su propia familia se hubiera olvidado de su existencia.
¿Que había echo estas últimas semanas, para demacrar así su cuerpo, y su alma?.
Donde estaba su coherencia, donde estaba la lógica, donde dejó sus principios, de donde sacará las fuerzas para seguir viviendo, ahora que lo ha perdido todo...
"Pues lo que se dice a veces daña, pues lo que se escribe puede, herir hasta morir...
Por que solamente el caos de la retórica confunde y modifica la coherencia histórica... de noche a mi edad..."

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